Hoy 15 de Junio, ya ha pasado un año desde aquella noche en la que el Centenario se repletó con 65.000 almas llenas de euforia, alegría y sobretodo ilusión. Hace un año atrás Peñarol decía presente por décima vez en una final de la Copa Libertadores. El rival era Santos, un viejo conocido que contaba con figuras desnivelantes.
El partido fue un clásico duelo de gigantes, en el que ninguno regalo nada y todos los jugadores dieron su máximo esfuerzo en la cancha. Peñarol fue sólido en defensa, aunque no pudo influir en ataque y las jugadas más peligrosas llegaron por medio de Darío Rodríguez y Diego Alonso cuando finalizaba el enfrentamiento. El rival no exigió mucho al arco de Sosa, pero se llevo un empate muy valioso que le daba tranquilidad y le permitía definir como local.
Más allá del resultado que no fue el que todos esperábamos, lo que vivimos aquella noche no lo vamos a desprender más de las retinas de nuestros ojos ni de la memoria mejor guardada.
Desde que amaneció se respiraba un aire festivo y estaba claro que no era un día normal; mucha gente faltó al trabajo y tantos otros a los estudios. El nerviosismo era impresionante y durante todo el día no podías dejar de cantar; "Y ya verás, la Copa Libertadores vamo a ganar..."
Prendías la tele, la radio o lo que fuese y solo hablaban del partido, analizaban el juego de uno y otro, daban favoritos y opinaban sobre como detener a Neymar, pero lo cierto es que a vos lo único que te importaba era salir de una vez para el Estadio y reunirte con tu pueblo que junto a vos celebró las victorias, se emocionó con triunfos en partidos epopéyicos, y también festejo por las calles de todo un país, como hace tiempo no lo hacía.
Llegaba el momento del partido y apenas pisaste el estadio seguramente se te puso la piel de bolso, porque se respiraba mística, y mucha hambre de gloria. Pasaban los minutos y el colorido cada vez era mayor, la gente repartía bolsas de papel picado, los globos amarillos y negros comenzaban a nutrir las tribunas y la pirotecnia ya estaba instalada en el talud de la Amsterdam y también en la platea Olímpica.
Faltaba media hora para el inicio del encuentro y el clima era insoportable. Afuera del Centenario habrían 10 grados, pero dentro del mismo la sensación térmica era de 40. Desde la Amsterdam nacía el canto que se propagaba rápidamente por todo el resto del coloso y de repente todo el estadio se encontraba de pie y rugiendo como verdaderos leones.
Los periodistas internacionales se asombraban y narraban con entusiasmo la fiesta que estaban presenciando. "He recorrido estadios a nivel mundial pero nunca vi algo igual, una fiesta semejante", "Lo que daría el árbitro por tener una cámara y poder grabar este momento y guardárselo para siempre", "El Estadio parece un volcán entre cuatro tribunas". Esas fueron algunas de las frases de los comentaristas de FoxSports.
El equipo rival ingresaba al campo de juego y las bengalas empezaban a hacerse notar, se prendían de a decenas y el aliento era cada vez más fuerte y las ganas de estallar en un solo grito no se aguantaron más, hasta que finalmente Darío Rodríguez asomó por el túnel y el Centenario explotó, con papel picado, globos, miles de bengalas y fuegos artificiales que estallaban por todos los rincones.
Se veían lágrimas en el rostro de muchos, otros simplemente miraban al cielo agradecidos, otros agitaban sus brazos y todos juntos gritaban por Peñarol.
Es difícil expresar con palabras lo que cada uno vivió aquella noche, porque se removieron los sentimientos más profundos del corazón y personalmente sentí haber tocado el cielo con las manos, en ese momento no pude haber pedido más nada que estar ahí.
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